Aires pandémicos volvieron a soplar en la Península Ibérica durante el mediodía y la tarde del pasado 28 de abril. El apagón eléctrico y la imposibilidad de comunicarse a través de internet propiciaron imágenes anacrónicas. Grupos de personas rodeando transistores a pilas para intentar recibir algo de información sobre lo que estaba sucediendo dieron lugar a escenas propias de un estado de excepción.

Igual que en los inicios de la COVID, la incertidumbre volvió a empujar a muchas personas a supermercados y tiendas de conveniencia. Si durante la primera etapa de la pandemia el papel higiénico fue el gran objeto de deseo, en esta ocasión cobraron gran protagonismo pilas, radios y velas.

Las consecuencias de este apagón histórico fueron muy distintas según las circunstancias de cada persona. No lo vivieron igual quienes se encontraban teletrabajando desde casa que aquellas que se quedaron atrapadas durante horas en un tren o un ascensor. No obstante, el hecho de que la parte más aguda de la crisis no durara ni 12 horas ha supuesto que los efectos sobre la población en general hayan sido limitados.

 

Consecuencias económicas del apagón

El apagón masivo supuso la detención abrupta de la actividad económica en España y Portugal durante gran parte del 28 de abril. Comercios cerrados, fábricas paralizadas y oficinas evacuadas fueron la norma mientras duró la falta de suministro. El impacto directo sobre el PIB, aunque significativo, se considera puntual. En España, la patronal CEOE calculó unas pérdidas equivalentes al 0,1% del PIB (unos 1.600 millones de euros) en el primer día.

Por otra parte, el Ministerio de Economía, Comercio y Empresa estimó que el fundido a negro supuso un descenso del 55% en los sistemas de pago —principalmente tarjetas de crédito y débito— debido a que muchos datáfonos dejaron de funcionar y a que muchos comercios, simplemente, cerraron. El Ministerio también apunta que entre 130 y 140 millones de euros de las compras que no se realizaron se llevaron a cabo en las horas y días posteriores al restablecimiento del servicio. Para compensar estas pérdidas, numerosas asociaciones empresariales ya están reclamando indemnizaciones.

 

¿Cómo afectó el apagón a la cadena de suministro?

La interrupción eléctrica y de internet de 10 horas en la Península Ibérica tuvo efectos inmediatos sobre la cadena de suministro. Las comunicaciones también cayeron, por lo que con las redes telefónicas e internet fuera de servicio, coordinar las entregas y el reaprovisionamiento sen convirtió en una tarea muy complicado. Entonces ¿cómo afectó el fundido a negro a cada uno de los eslabones que componen la cadena de suministro?

Impacto en el retail: demanda paralizada y picos inesperados

El corte sorprendió a los retailers en plena actividad. Con las tiendas físicas sin luz, terminales de punto de venta (TPV) inoperativos y plataformas de e-commerce fuera de línea, la demanda se paralizó de forma abrupta. No obstante, sectores esenciales como alimentación, farmacia y tiendas conveniencia experimentaron un efecto rebote: al restablecerse el servicio, se produjeron picos atípicos de compra que distorsionaron la previsión de la demanda. Los retailers que pudieron seguir operando con relativa normalidad captaron la demanda que los negocios que tuvieron que parar perdieron.

También hubo compras de pánico de artículos básicos de emergencia (velas, pilas, agua embotellada) que vaciaron estanterías en pocas horas. No obstante, al tratarse de una crisis tan breve, no se prevé ningún tipo de efecto látigo.

Distribuidores desconectados

En los centros logísticos, la caída de los sistemas WMS, la radiofrecuencia y los transportadores automáticos obligó a detener operaciones o a improvisar flujos manuales sin trazabilidad. La falta de visibilidad sobre los pedidos en curso, sumada a la imposibilidad de coordinar entregas con retailers o fabricantes, generó cuellos de botella y retrasos que se arrastraron durante varios días. Sin conectividad, las decisiones se tomaron con base en información desactualizada o incompleta. Cabe destacar que los principales grupos de distribución suelen contar con equipos electrógenos, por lo que en muchos casos se mitigó el impacto.

El transporte tampoco escapó al caos. El transporte ferroviario se detuvo y los desplazamientos por carretera también se limitaron a causa de los problemas con la distribución de combustibles y la caída de muchas señales de tráfico lumínicas (gran parte de los semáforos dejaron de funcionar).

Fabricantes: líneas de producción paradas

Para los fabricantes que no pudieron contar con suministro eléctrico alternativo, el apagón supuso tener que parar la producción y mandar a los trabajadores a casa. La desconexión de los sistemas de planificación interrumpió tanto las líneas como la visibilidad del inventario de materias primas y componentes.

Compras y aprovisionamiento: decisiones sin datos

En todos los niveles —desde el retail hasta la fabricación—, los equipos de compras enfrentaron un mismo reto: operar sin (casi) visibilidad. La caída de los sistemas de planificación y colaboración con proveedores bloqueó, en muchos casos, la emisión de pedidos y la gestión de incidencias, entre otras gestiones habituales de la cadena de suministro.

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Las disrupciones de la cadena de suministro son la nueva normalidad

A priori, se puede considerar a España un enclave donde las disrupciones de la cadena de suministro son menos probables. Una red bien armada de infraestructuras, buena climatología, alejada de las zonas de conflicto… Sin embargo, lo cierto es que el país ibérico no ha parado de sufrir disrupciones en su supply chain, tanto por eventos globales como por acontecimientos locales. Una buena muestra de que las turbulencias en la cadena de suministro son la nueva norma.

Inestabilidad en dos de los grandes canales marítimos mundiales

En los últimos meses, los dos principales pasos marítimos del comercio internacional —el Canal de Suez y el Canal de Panamá— han sufrido disrupciones que han impactado de lleno en las cadenas de suministro a nivel internacional.

Por un lado, el Canal de Panamá atraviesa una crisis por sequía histórica: la falta de lluvias ha reducido drásticamente el calado y el número de tránsitos diarios, generando congestión, retrasos y desvíos costosos para buques que transportan contenedores y materias primas clave hacia Europa. Esta situación obliga a los operadores logísticos a replantear rutas y asumir sobrecostes que repercuten en el precio final de muchos productos.

Simultáneamente, el Canal de Suez ha sido escenario de tensiones geopolíticas por los ataques de los rebeldes hutíes a embarcaciones comerciales en el mar Rojo. Estos ataques, dirigidos inicialmente a barcos vinculados con intereses occidentales o israelíes, han obligado a muchas navieras a evitar la ruta y bordear el cabo de Buena Esperanza, lo que añade entre 10 y 15 días de tránsito adicional hacia Europa. El resultado es un alargamiento de los plazos de entrega, un aumento de los fletes y una menor fiabilidad en los calendarios logísticos. Para las empresas europeas, estas disrupciones generan un entorno de incertidumbre constante que exige reforzar la planificación, la diversificación de proveedores y la capacidad de reacción ante eventos globales.

La guerra de Ucrania y sus efectos energéticos en Europa

La guerra en Ucrania ha tenido un impacto profundo y sostenido en las cadenas de suministro europeas, no solo por la interrupción directa del comercio con Rusia y Ucrania, sino también por sus efectos colaterales en sectores estratégicos. La escasez de materias primas como trigo, maíz, fertilizantes, aluminio o gas natural ha tensionado industrias clave como la agroalimentaria, la química y la manufacturera.

Al mismo tiempo, la escalada de los precios energéticos ha elevado los costes de producción y transporte en toda Europa, obligando a muchas empresas a replantear su red de aprovisionamiento, buscar proveedores alternativos y optimizar inventarios para mantener la competitividad en un contexto de alta volatilidad.

En España, emergencia climática y conflictividad laboral

En España, la combinación de fenómenos climáticos extremos y tensiones laborales ha puesto a prueba la resiliencia de su cadena de suministro. La reciente DANA que afectó a la Comunidad Valenciana provocó inundaciones que paralizaron centros logísticos, dañaron infraestructuras de transporte y dejaron fuera de servicio a miles de comercios y almacenes. Esta disrupción local tuvo efectos nacionales, ralentizando la distribución de bienes y alterando flujos de inventario, especialmente en sectores de alimentación, retail y distribución farmacéutica.

A ello se suma un aumento de la conflictividad laboral: las huelgas de transporte convocadas durante 2024 por los sindicatos UGT y CCOO, junto con paros sectoriales en la logística portuaria y ferroviaria, han generado interrupciones frecuentes en el movimiento de mercancías.

 

Conclusión: es imprescindible mejorar la resiliencia de la población y de las cadenas de suministro

El apagón de abril ha sido una suerte de simulacro involuntario y ha demostrado que, aunque los sistemas europeos son robustos, no son infalibles. La pronta recuperación de los servicios y de la cadena de suministro ha permitido que el impacto y los daños hayan sido limitados. No obstante, nos demuestra la importancia de estar preparados y cuán imprescindible es la resiliencia para anticiparse al fallo, minimizar el impacto de las disrupciones y acelerar la recuperación.

Por una de esas ironías de la vida, hace tan solo un mes la comisaria europea de Preparación, Gestión de Crisis e Igualdad, Hadja Lahbib, recomendaba a los ciudadanos de la UE equiparse con un kit de supervivencia de 72 horas. Agua, conservas, material de iluminación y una radio son algunos de los artículos que se recomendaba que compongan el “kit”. En España, esta sugerencia se recibió casi con sorna. Hoy, la broma ya no hace tanta gracia, y desde el apagón muchos hogares se han equipado para seguir las recomendaciones de la Comisión Europea.

Estrategias Cadena de Suministro